De niña, amaba a Barbie. Vestirla fue divertido y estaba asombrado de todas las opciones de ropa y accesorios. No fue hasta años después que me di cuenta del impacto que tendría en mí. Irradiaba feminidad y confianza. Ahora lo llamo gracia con las agallas. Lo loco es que al principio de mi carrera como gerente de investigación corporativa, le resté importancia a mi propia feminidad, como la mayoría de las mujeres, hasta que tuve ESE momento Barbie.

Mi momento de la verdad. Asistí a una reunión con una mujer muy poderosa. Estaba vestida como una Barbie. Yo estaba vestido como Ken. Me recojo el pelo y lo dejo caer. Desde este momento, Abracé mi feminidad y traje empatía, vulnerabilidad, compasión y emoción a la sala de reuniones.