Nota del editor: Jorge Dávila Miguel se graduó en periodismo en 1973 y ha mantenido una carrera continua en su profesión hasta el día de hoy. Tiene posgrados en Ciencias de la Información Social y Medios de Comunicación Social, así como estudios de posgrado en Relaciones Internacionales, Economía Política e Historia de América Latina. Dávila Miguel es columnista de El Nuevo Herald en McClatchy Network, analista político y columnista de CNN en Español. Los comentarios expresados ​​en esta columna pertenecen exclusivamente al autor. Ver más en cnne.com/opinion

(CNN Español) — ¿Es un pájaro, es un avión? no… ¡es Superbigote! Hay un gran revuelo estos días en las redes. No solo de derecha sino también de izquierda culpan al presidente Nicolás Maduro de ser la personalidad secreta de un superhéroe que combate a los enemigos de «su pueblo venezolano» en el cielo y en la tierra. La imagen de Superbigote, el nuevo ‘vengador’ lo muestra: un macho alto y muy fuerte, con capa azul y un ceñido traje rojo que deja ver sus músculos, pero con el mismo rostro del presidente. Su compañera de robos y luchas antiimperialistas se llama Supercilita, lo que subraya su personalidad secreta como la de Cilia Flores, la primera dama.

El revuelo surgió porque la Navidad pasada el gobierno madurista entregó millones de juguetes a los niños venezolanos en forma de figuritas de plástico de Superbigote y Supercilita.

Lo primero que me vino a la mente fue otro superhéroe reciente: Donald Trump vestido de Superman, con capa y todo, o con su escudo de estrella resplandeciente para hacerse pasar por el Capitán América y con otros seis o siete atuendos kitsch que adoraban sus amigos. seguidores, ya que vendieron 44,000 colecciones de dichas postales digitales en menos de 24 horas a $99 cada una, lo que le valió un estimado de $4.4 millones, según Forbes.

Entonces me preguntaba si Maduro había imitado a Trump. A Trump, que es quien montó esto en 2019, con Juan Guaidó, el flamante presidente interino, en el puente de Tienditas (que no decidió cruzar), cuando «todas las opciones estaban sobre la mesa». , bajo la dirección de John Bolton, con soldados colombianos y estadounidenses, saludando a las banderas como si estuvieran listos para entrar? ¿Cómo es?

Tal vez sea porque desde 2021, Superbigote surca los cielos de las 10 provincias venezolanas en dibujos animados, valientemente con Supercilita a su lado. En mayo de 2022 aparecieron carteles con la caricatura del presidente Maduro como un superhéroe. Así, los muñecos infantiles son realmente nuevos y causaron indignación. Y no es para menos. Se dice que debemos respetar la inocencia de los niños, guardar su conciencia y sus pensamientos como un cofre precioso, sin que nada manche su candor.

Pero a la luz de esta idea, seguí descubriendo, investigando, para ver qué tan malo era Maduro.

Descubrí que bajo el Tercer Reich de Adolf Hitler, los niños fueron reclutados a partir de los 10 años en las Juventudes Hitlerianas.[i], y fueron entrenados en ideas de su superioridad racial; en la Unión Soviética, desde Lenin, los niños han sido educados políticamente por el Partido Comunista de Komsomol, los Jóvenes Pioneros y los Pequeños Octobristas[ii]. En China, desde el triunfo de Mao Tse Tung en 1949, los Jóvenes Pioneros [iii] donde muestran sobre todo su lealtad al partido. Y seguramente su enseñanza política no se limitó a un muñeco Súper Bigote, como en el caso del Súper Maduro. Fue mucho más drástico, y efectivo, que nuestras versiones tropicales, como la de Cuba, con sus pioneros repitiendo a coro y saludando en la frente: “Seremos como el Che”.

Iñigo López de Recalde, (nombre original de Ignacio de Loyola), Ignacio de Loyola, un santo para los católicos, solía decir «Dame el niño hasta que tenga siete años y te mostraré el hombre». En general, las religiones, especialmente las «de libro», musulmana, judía y cristiana, tienen un fuerte componente doctrinal que se inculca al niño desde temprana edad, sin tener mucha suerte, entre la familia que lo envía y el catecismo.[iv], hadiz o Torá para reaccionar críticamente. Por supuesto, él es sólo un niño. Pero el niño crece, y lo que lo salva o lo hunde es el grado de libertad de expresión e información en las sociedades donde crecerá, donde se verá expuesto o no, en otras descripciones de lo que aprendió en su infancia. La educación es importante en el desarrollo de las capacidades y creencias del niño, pero la naturaleza, la realidad que le rodea y la libertad de información tienen un peso definitivo en el resultado final, cuando es adulto. Un mayor “libre albedrío”, sin adentrarse demasiado en este peludo, peligroso y complicado bosque.

Así Superbigote y su compañera galáctica Supecilita no llenan la categoría de adoctrinamiento político, sino de burda y ridícula propaganda, detrás de la cual no hay ideología, sino el más simple narcisismo político. Pero habría que ver, si era eficaz, cuántos de sus detractores estarían dispuestos a hacer lo mismo, si pudieran distribuir millones de juguetes disfrazados de ellos mismos. Porque así, con este triste proceso, la política funciona sin vergüenza.

Hildelita Carrera Cedillo
Hildelita Carrera Cedillo