Un fantasma acecha al mundo corporativo: el fantasma de metaverso. Una nebulosa que ha estado flotando en la atmósfera desde el anuncio del lanzamiento de Metaplataformasaprovechar las conversaciones y los titulares.
Y aunque hoy el Metaverso es más un horizonte que una realidad, la urgencia por buscar nuevas vías de crecimiento empresarial ha llevado a muchos a embarcarse en decisiones guiadas por ese extraño consejero de la novedad. Pero la cuestión es lo suficientemente compleja como para que ahora sea urgente hacer preguntas que nos ayuden a comprender y enfocar este horizonte.
Una pregunta necesaria es ¿cuál es la razón de la existencia del metaverso?
La idea de que se trata de dar respuesta a las necesidades y demandas de las personas parece bastante ingenuo, e ignora una pregunta: ¿y si, dados los límites que el clima, la economía y la legislación impondrán a la producción y al consumo, la utilidad real del Metaverso fuera permitir que las empresas pudieran seguir ofreciendo productos y servicios? Proporcionar un nuevo espacio que elimine los límites impuestos por la realidad, permitiendo un nuevo crecimiento ligado a la creación de nuevas necesidades.
También vale la pena considerar cuánto tiempo dedicaremos al Metaverso.
A la edad de multitarea y atención dispersa, ¿con qué competirá el metaverso en términos de tiempo? ¿Reemplazará lo que ahora gastamos en Internet y Redes Sociales? Difícil que una experiencia tan inmersiva conviva simultáneamente con lo que ocurre fuera de ella, como las Redes Sociales, ¿aprovecha el tiempo que dedicamos a la socialización física? ¿O será el último intento de hacer productivo el tiempo que pasamos durmiendo? De cualquier manera, no está claro cómo lo encajaremos en nuestras ocupadas vidas.
Otro problema es el del “goce” en el metaverso.
El Metaverso nos permitirá disfrutar de experiencias que hoy en día nos resultan física o económicamente imposibles de tener, pero ¿en qué medida su oferta experiencial, más allá de ser nueva, será una versión mejorada de cosas cuya tecnología ya nos permite sacar provecho hoy? Sin olvidar las experiencias físicas donde lo sensorial juega un papel decisivo. ¿El futuro del placer humano está realmente en casa un viernes con gafas de realidad virtual viendo a nuestro avatar y al avatar de nuestro mejor amigo bebiendo un IPA Virtual Lagunitas Delante de un devolver de una playa?
Por otro lado, surgen dudas sobre las fronteras entre mundos virtuales.
Ahora que estamos hablando de varios metaversos, surgen muchas preguntas. ¿Tendremos una gran cantidad de avatares e identidades digitales para los diferentes metaversos? ¿Y los activos digitales que compramos en un Metaverso, solo serán válidos en este? ¿Los perderemos si el espacio acaba cerrándose? ¿Solo sobrevivirán unos pocos metaversos? ¿Y cómo aseguraremos la cohesión social y evitaremos la división en un mundo de múltiples metaversos?
Otra pregunta, en la era de las marcas con propósito, es si el Metaverso será un «mundo» mejor.
¿El metaverso, como todo internet inmersivo, ¿no podría llevar al siguiente nivel el acoso, los insultos, las amenazas y los engaños que se están desarrollando en la red hoy en día? Mejor no imaginar las posibilidades que un espacio tan anónimo, pero más inmersivo como Internet, ofrece a quienes odian, acosan y ellos trollean. Por otro lado, ya existen prácticas cuestionables en torno al metaverso: desde la evasión y especulación con activos digitales y la concentración de transacciones con NFTs en muy pocas manos en la apertura de embajadas paraísos fiscales como Barbados, al consumo energético de Bitcoin (que ya supera al de Dinamarca). Lograr que el Metaverso resuelva los problemas del mundo actual será un gran desafío para las empresas.
Estas son solo algunas de las muchas preguntas que aún no se han respondido, y haríamos mal en perdérnoslo si de verdad queremos hacer del Metaverso un espacio de oportunidades.
*Darío Rodríguez, Responsable de Estrategia de OMD España.